martes, 11 de agosto de 2009

LOS CONSEJEROS

…El miércoles preferí (con cierto embarazo) algo más fundamental, y elegí los botones. ¡Oh espectáculo! El aire de la galería lleno de cardúmenes de ojos opacos que se desplazaban horizontalmente, mientras a los lados de cada pequeño batallón horizontal se balanceaban pendularmente dos, tres o cuatro botones. En el ascensor la saturación era indescriptible: centenares de botones inmóviles, o moviéndose apenas, en un asombroso cubo cristalográfico. Recuerdo especialmente una ventana (era de tarde) contra el cielo azul. Ocho botones rojos dibujaban una delicada vertical, y aquí y allá se movían suavemente unos pequeños discos nacarados y secretos. Esa mujer debía ser tan hermosa…
(Cortázar, 2004:52)


¿Qué le ofrecía aquella cajita de botones a esta niña? Tanto tiempo después viene a descubrir que esos botones, esos colores, esas texturas, esos “discos nacarados” le ofrecían una presencia. ¿Podría hoy abstraer su mirada hacia los botones como propone Cortázar en su relato? ¿Podría definir a una persona sólo con un puñado de botones? ¿Podría con ellos transmitir sensaciones? Los círculos, los puntos exagerados, solitarios, agrupados y combinados, ya habían llegado a su universo y eran ellos un elemento conector entre esa niña, sus paisajes y los personajes que de cuando en cuando la acompañaban.
La niña cierra los ojos, vuelve a los sueños, a las sensaciones, a las siestas con olor a azahar, a la dulzura de las mermeladas, al universo del color hecho carretel y botones, a las puntadas y a los puntos…